Grados

Cierta vez me contaron la historia de un maestro que cansado del abandono de la práctica por parte de sus alumnos, ideó un sistema de grados que premiaba la permanencia en el dojo y utilizó exámenes para disimular que consideraba a aquellos practicantes como burros que no se mueven si no le pones una zanahoria delante de sus narices.

 

Siempre he considerado dos colores fundamentales, el blanco para los principiantes y ese color simboliza que la luz, «enseñanza», que le llega no es asimilada, y el negro para aquellos practicantes a los que se les reconoce la capacidad para absorber la luz,»tradición».

 

Cuando se empieza la práctica del karate el objetivo último parece ser la obtención del cinturón negro, este error más común en la gente de poca edad es compartido por sus progenitores que no les dejan abandonar la práctica mientras no consigan dicho grado.

 

Varios años después de haber obtenido el 5º Dan empecé a darme cuenta de lo que era realmente el arte que estaba practicando. Hoy con el 7º Dan y 68 años sigo aprendiendo y esto condiciona mi valoración cuando me encuentro en un Tribunal de Grados. Todo aspirante a cinturón negro es una persona a la que difícilmente le niego el derecho a ser considerado digno de recibir las enseñanzas que nos legaron nuestros mayores.

 

He visto hombres adornados de todas esas virtudes que decimos presiden el karate, siendo suspendidos una y otra vez, mientras que otros no tan dotados espiritualmente poseen altos grados dentro de nuestro arte.

 

Toda aquella persona que sinceramente se acerque a la práctica, transcurrido el tiempo que marcan los estamentos federativos, debería ser digno de pertenecer al grupo de los que tienen acceso a la enseñanza.

 

Andrés Congregado